La ley de la papaya (y por qué culpamos a las víctimas)

martes, 14 de febrero de 2017

La ley de la papaya (y por qué culpamos a las víctimas)






Nuestra arquidiócesis, la de Cali, acaba de alcanzar una fama dudosa porque el abogado que defiende a la institución frente a un caso de abuso sexual por parte de un (ahora ex) sacerdote, alega que la arquidiócesis es inocente porque las familias de los niños tuvieron la culpa.

Parece un chiste. Tristemente, no lo es.

En el documento hecho público por Caracol Noticias, se lee claramente lo siguiente:
"La conducta del señor Mazo Pérez no puede mirarse de manera aislada, [...] debe mirar si la participación de las hoy llamadas víctimas indirectas fue la más coherente al sentido común, al llamado de la sociedad y la familia, al cuidado de los menores y el juicio de reproche sobre si se hizo  como familia lo que se tenía que hacer [...] o si por el contrario, se fue laxo, permisivo, omisivo, abandonador [...] y hoy concurren ante un juez para aprovechar un hecho dañino de un tercero y fungir como víctimas directas?" (sic)
La idea que pretenden vender aquí es que los padres dieron papaya: debieron prever que cura podría agredir a sus hijos y debieron impedirles el contacto con él. Como no lo hicieron, tienen toda la culpa.

Y aún más triste, no es la primera vez que lo hacemos.

Cuando el nadador y estudiante universitario estadounidense Brock Turner violo a una mujer inconsiente en un callejón , se oyeron bastantes "¿y ella para qué se emborrachó así?

Cuando Marina Menegazzo y María José Coni, las mochileras mendocinas, aparecieron muertas en Montañita, resonaron los "eso les pasa por viajar/viajar solas" y "seguro estaban borrachas o drogadas, estaban en Montañita ¿no?" 

(sólo para que sepan, las últimas noticias al respecto revelaron que a las muchachas probablemente les dieron drogas que suprimen la voluntad, al estilo de la burundanga).

¿Qué nos pasa? ¿Por qué le echamos la culpa a alguien que ya padeció algo horrible?

"Eso les pasa por..."


¿Que dice mi falda de mi? - Imagen de Google

Lo primero que hay que notar es que estos casos suelen despertar viejos imaginarios machistas. Cuando la víctima es una mujer, insisten en decirnos que los hombres son presas impotentes de sus agresivos deseos, y que las mujeres "buenas" y "decentes" deben hacer todo lo posible para no despertar estos demonios. Si lo hacen, culpa de ellas. 

Lo mismo ocurre cuando la víctima es un hombre. Los imaginarios machistas dictaminarán que a los hombres no les pasa nada (porque son hombres grandes y fuertes, por supuesto): cuando el asaltante es una mujer, el acoso será invisibilizado completamente porque si a los hombres no les puede pasar nada, menos podrá  hacerles algo una mujer.

Pero en nuestra cultura, la construcción de víctima como ese que la embarró y se ganó su merecido tiene otro elemento, encarnado en una de nuestras leyes favoritas: la ley de la papaya.

"Pa' qué dio papaya"


¿Qué dice mi escote de mi? - Imagen de Google


Parece increíble, pero sus implicaciones pueden ser igual o más macabras que los imaginarios machistas.

Esta ley nos dice que debemos evitar ponernos en situaciones que alguien pueda usar para aprovecharse de nosotros; si damos papaya, la responsabilidad por lo que nos pasó es exclusivamente nuestra. Es una regla de prudencia, producto de un mundo peligroso que demanda cada vez más capacidad de duda sobre las intenciones del otro para sobrevivir.

Pero hay un elemento oculto en esta ley, y es que nos hace creer que todo está bajo nuestro control.

Si todo es nuestra responsabilidad, si evitar ser asesinados es tan simple como evitar ponernos en situaciones donde podríamos ser asesinados, entonces los "despiertos" no tienen nada que temer al mundo. 

Esta mentalidad hace sentir seguros a algunos, pero a cambio victimiza con mucha más crueldad a los que "dan papaya": si te pasó algo fue porque te lo buscaste, porque no tuviste cuidado o porque no escuchaste consejo. Y si teniendo todas las cartas a tu favor te pasó algo, claramente no mereces empatía ni protección; mas bien aprenda a no dar papaya, ¡eh!

Además, esta visión le da superpoderes al perpetrador: el homicida o el violador se convierten en fuerzas naturales incontrolables ante las que simplemente debemos 'bandearnos'. A veces lo son, claro. Pero muchos de nuestros demonios modernos son construidos, no paridos.

Cómo no dar papaya



Caricatura en homenaje a Marina Menegazzo y María José Coni - Pola

Detrás de la ley de la papaya está la idea de que la víctima es un ser violentable, merecedor de su castigo, como si su error les hubiera revocado el derecho a vivir. Y esto es irónico, porque no existe forma de no dar papaya cuando nos imaginamos impotentes ante quienes nos rondan para hacernos daño. 




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